Por más que se quiera mirar con ojos de frustración, en el conflicto del gobierno federal en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas, lo importante no era el desalojo del Zócalo. Con el SME o sin él, los gritos de protesta o la ausencia de la gente que acudía a esa plaza política y cívica del país para hacer sentir su mexicanidad con alaridos, se dará de cualquier forma.
Si acaso, al Zócalo habrá de acudir la burocracia, la familia de los asalariados del gobierno federal, y muchos despistados que año con año llegan a juguetear sin la menor idea de lo que pasa a su alrededor ni quiénes son los culpables. Irán al Grito, es decir, a los güevazos, al ligue, al chupe que logren colar después de la revisiones en cada uno de los retenes que previenen cualquier acto violento, al desmadre, nada más. Pocos habrá que se quejen del mal gobierno, con la voz en alto, con pancartas, de espaldas al balcón central, así que si lo que se pretendía era hacer creer que en México todos estamos felices con la matazón, el desempleo, la pobreza y todos los demás males que nos trajo este gobierno federal, no será posible aún con el maquillaje de las cámaras de televisión que ofrecerán con toda seguridad el gran gesto de la mexicana alegría.
En fin, lo importante fue que un sindicato que siguió en pie de lucha ante el capricho y la injusticia, ganó un episodio contra todo y casi contra todos. Decimos que es sólo un episodio porque la lucha no ha concluido. Hay, en los acuerdos que se lograron, después de seis meses de plantón en el Zócalo, una serie de promesas que pueden ser traicionadas, como ya se hizo antes, pero buena parte de las demandas de los trabajadores del sindicato que no ha podido derrotar Javier Lozano, el porro del gobierno federal, ya se han cumplido, con todo el ardor de los ardidos.
Todo es importante porque lo que resalta aquí, además de la fuerza de los trabajadores, es la eficacia de la política, cuando esta va del lado de la razón y la justicia, cosa que poco, muy poco, se ve a esta alturas del partido, y para que eso suceda se requiere del trabajo que junte voluntades en favor de quienes han sido abatidos por la rabia neoliberal.
El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, fue un importante factor en este reconstruir la justicia. Su decisión de no reprimir a los trabajadores del SME, como se le había exigido desde el gobierno federal, cerró las puertas a la solución violenta por la que se abogaba desde la Secretaría del Trabajo y desde los micrófonos que exigen venganza contra los trabajadores.
No era fácil el trabajo. Ya entrada la noche, la minuta que se firmó como acuerdo entre las partes tuvo 15 correcciones. Una y por una o en uno de los párrafos dilató el acuerdo. Los personajes entraban y salían del salón donde se hallaban. Hubo incluso un momento de descanso y algunos dedicaron su atención a la entrevista que en esos momentos ofrecía Ernesto Cordero. Los panistas reían a carcajadas de las cosas que decía y las miradas que el ex secretario de Hacienda le lanzaba a la cámara de televisión.
Jordy Herrera, en su calidad de nuevo secretario de Energía, ponía peros, y Lozano buscaba sacar algo para sí, pero la respuesta de los trabajadores siempre fue la misma, y no se doblaron, y siempre que se incendiaba el diálogo, regresaba Ebrard para enfriar los ánimos. No hubo sonrisas ni apretones de mano al final de la reunión. La tensión nunca bajó, no ha bajado porque los trabajadores saben que la palabra de los funcionarios puede ser rota en cualquier momento. Deberán regresar a la lucha, pero por ahora, pese a casi todos, el SME logró un triunfo.
Fuente : La Jornada