Uno se pregunta cómo es posible que todavía se hable de mundo libre, democracia, libre mercado y otras zarandajas por el estilo, cuando vemos impotentes cómo los líderes políticos del Grupo de los 7 imponen sus condiciones draconianas a los pueblos del mundo, sin importar las consecuencias. Comprobamos, por si hiciera falta, que la globalización fue un pretexto idóneo para encadenar a sus designios a cuando menos cinco mil millones de habitantes del llamado tercer mundo y de las naciones emergentes.
El primer ministro griego, Giorgios Papandreou, tuvo que aceptar la orden terminante de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, de dar marcha atrás a su aceptación de un referéndum, con el fin de saber si el pueblo de su país apoyaba el acuerdo de la Unión Europea por el cual supuestamente Grecia podrá salir de apuros. Ante tal muestra de independencia, el político griego debe haber recibido amenazas de tal magnitud que reculó inmediatamente, pues al Grupo de los 7 no les interesa otra cosa que conservar su hegemonía mundial, aunque al mundo se lo lleve el carajo.
De cualquier forma, Papandreou será defenestrado por su falta de firmeza para controlar a su pueblo. Son ya casi dos años de resistencia de los trabajadores helénicos, de las clases medias, cada día más empobrecidas, de los desempleados, cada vez en mayor número, lapso que deben considerar suficiente para que el gobierno griego hubiera metido en cintura a los rebeldes que se oponen a seguir cargando sobre sus espaldas el peso del criminal enriquecimiento de las súper potencias. Deben haberle dicho a Papandreou que debería seguir el ejemplo del gobierno mexicano, el más disciplinado y obediente a los designios del Grupo de los 7, tanto que hasta el próximo año le tocará a Felipe Calderón ser el anfitrión de la reunión del Grupo de los 20, “honor” que sin duda nos traerá a los mexicanos más sacrificios.
Para demostrar que tiene méritos suficientes para presidir el exclusivo club de los 20 en el 2012, Calderón demandó en la reunión de Cannes, “decisiones definitivas” que resuelvan los problemas que enfrentan las súper potencias, porque los pueblos ya están hartos de la explotación inmisericorde a que son sujetos para que las naciones ricas vivan en condiciones envidiables, esas sí de primer mundo. El problema que se está empezando a crear, porque las elites no se sacian de acumular riquezas y quieren más, se debe a que van sobre la renta que usufructúan sus trabajadores, situación que está generando cada vez más protestas, ahora más organizadas, como las de “Los indignados”.
Por lo que dijo Calderón, se infiere que esas “decisiones definitivas” son profundizar la explotación de los asalariados, incluso con la implantación de estados policíacos, pues no de otra manera podría reunirse la cantidad suficiente de recursos, “para que de forma contundente se corten de tajo los problemas de contagio y se restaure la confianza y la certidumbre en la economía mundial”. Tales palabras contrastaron con las de la presidenta argentina, Cristina Fernández, quien de manera sensata pidió “poner fin al anarcocapitalismo”. Recordó que Europa tiene un largo historial “de cómo surgen gobiernos totalitarios en medio de crisis económicas que no se pueden resolver”.
Y la que está viviendo el mundo, por la bancarrota del neoliberalismo ante la suma de abusos de las súper potencias, sin lugar a dudas es irresoluble, sobre todo porque los líderes del Grupo de los 7 no quieren aceptar que los pueblos ya están hartos de tanta explotación, de ver que sus hijos tienen ya cancelado un futuro digno y sin tantas privaciones, como las que están sufriendo más de dos terceras partes de los habitantes del planeta en este momento.
En consecuencia, ante tan criminal cerrazón de los líderes políticos al servicio de la plutocracia mundial, se antoja muy difícil que el año venidero pueda llevarse a cabo en México la siguiente reunión del Grupo de los 20, presidida por Calderón, porque para entonces el mundo podría estar tan convulsionado que la poca gobernabilidad que aún existe en países periféricos, como el nuestro, se habrá perdido miserablemente. Sobre todo porque la crisis económica les habrá de pegar donde más duele: en el estómago. Se pronostican graves déficit en la producción de alimentos básicos, no sólo por las consecuencias del cambio climático, sino por el total abandono del campo, como sucedió en nuestro país.
Por eso causa estupor que a esos líderes se les llene la boca hablando de las bondades del “libre mercado”, de los beneficios de la democracia, cuando tales categorías son ya un sueño imposible de alcanzar por los pueblos del tercer mundo, cada vez más empobrecidos y tiranizados.
Fuente : Revista EMET