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sábado, 24 de diciembre de 2011

Al final del año

Se extingue el año 2011. Un año horrible; durante el cual la barbarie de los criminales alcanzó nuevos picos, aun cuando en las cifras la violencia disminuya un poco. 2011 fue el año en el cual la fuerza brutal de los acontecimientos nos obligó a reconocer que a los mexicanos nos gusta en verdad la fiesta de las balas y hay muchos Rodolfo Fierro (¡y peores!) caminando junto a nosotros, amparados en la impunidad, la corrupción y la injusticia. Leer con atención y cuidado el diálogo publicado en la revista Nexos, numero 407, correspondiente a noviembre, bajo el titulo Nuestra guerra, lleva en forma necesaria y hasta trágica a la conclusión de que el estado de excepción de facto impuesto en muchas regiones y ciudades del país (ya avanza en las carreteras y caminos) resultó necesario, indispensable, porque los grupos de élite de la Marina, el Ejército y la Policía Federal son la principal o única fuerza de contención de los violentos. Quienes no son sólo los narcotraficantes o los integrantes del crimen organizado sino cualquiera que tome la justicia o la violación del orden social mínimo en sus propias manos. Constituimos una sociedad de transgresores de la ley. Nuestra cultura es la de la ilegalidad... y la violencia.
Aceptamos y hasta celebramos los patrullajes y las operaciones de las fuerzas federales porque lo otro, lo que queda, es mucho peor: ser secuestrados de forma cotidiana y permanente por los violentos. Entre los cuales contamos cada vez más, horror, a los jóvenes y hasta los muy jóvenes. Ése es el resultado de nuestro fracaso como sociedad en el más vital asunto de nuestra convivencia diaria: la búsqueda y la procuración de justicia. No somos nada y apenas algo somos cuando vemos pasar los convoyes militares. Y ni siquiera entonces podemos confiar del todo. Podríamos terminar como “daños colaterales”. Mejor: cuidado.
No nos engañemos: los mexicanos hemos fracasado a la hora de buscar y ejercer justicia. Y mientras no resolvamos este gravísimo asunto nada valen las palabras y frases baratas y vacías de nuestros políticos, incapaces hasta hoy ya no de buscar y proponer soluciones mayores, sino de entender la situación. Vean a estos candidatos y a los aspirantes: ciegos, sordos, mudos. Viven su propia realidad: la del cheque millonario y no la del salario mínimo de hambre y los precios impuestos por los oligopolios. ¡Caray!: no saben de los pesos para la tortilla y el metro o de las percepciones de los trabajadores. Ni comparan lo que hay que pagar por computadoras o por el vestido, aquí y afuera. Ellos reciben o recibieron su cheque, pagado por nosotros los contribuyentes cautivos. Suficiente. ¡Vota por mí! Mientras la mitad de la población se encuentra en situación de pobreza o pobreza extrema. No, nada importa: ¡vota por mí! Mientras miles y miles y miles se disputan el tesoro contenido en los botes de basura o pelean por lo barato en los mercados de segunda (y hasta tercera) mano. Por fortuna todavía existen los mercados en las colonias y ahí las papas y las zanahorias.
Leyes, instituciones, presupuesto, personal. Cultura de la legalidad. Eso es lo importante en verdad. ¿Quién apuesta a ese cambio fundamental, dramático, histórico? Hasta ahora, nadie. Pero nosotros, los ciudadanos, tenemos la dicha de la ironía, el sarcasmo, la burla, frente a los dislates de estos políticos a quienes hemos amamantado; así los hemos construido. Mejor reírnos que exigir o demandar. Porque ello implica un severo ejercicio de autocrítica. Otra vez: ellos somos nosotros. Así de difícil. Pero mientras tanto somos felices. Evadimos de nuestra responsabilidad fundamental: ser ciudadanos. Informados, críticos, exigentes. Ciudadanos del México del siglo XXI, con la red a la mano, y no de los tiempos de Cantinflas o hasta Clavillazo. ¿Pero: cómo? ¿Si la mitad de la población es pobre o vive en condiciones miserables? ¿Cómo?: ésa es una de las preguntas centrales para estos candidatos y aspirantes. Y no se vale que se queden ciegos, sordos, mudos. Una vez más. Debemos obligarlos a responder. Si no lo hacen, quienes fallamos fuimos nosotros.
Nos hemos convertido en probable prioridad de seguridad nacional para los Estados Unidos. No sólo por la conducta demagógica y pedestre de los políticos republicanos. Sería lo de menos si nuestras instituciones y conductas fuesen fuertes y confiables. No; es nuestra propia debilidad la que deja el campo abierto a los demagogos al norte del Río Bravo. Y no hemos llegado a lo peor: cuando reclamemos dignidad para nuestros paisanos alguien podría responder: ¿y qué hacen ustedes con los centroamericanos? Vergüenza, vergüenza, para esta nación, la cual alguna vez amparó a León Trotsky, a Víctor Serge y a los milagrosos republicanos españoles, entre otros muchos disidentes y vencidos. Ésta, de la cual hablamos, donde alguna vez un señor B. Traven (¿?) escribió “Salario Amargo” y sobre la oscuridad y la alegría de la noche en Chiapas.
Es excelente, inmejorable, momento de recordar algún párrafo de Miguel de Unámuno. En el Sepulcro de Don Quijote escribió: “...no es fanatismo nada que lleve un pendón con fórmulas lógicas, nada que tenga programa, nada que se proponga para mañana, un propósito que puede un orador desarrollar en un metódico discurso”. Como se ve, si ello ocurre todavía no estamos vencidos. A pesar de nosotros, buscaremos justicia. Esperemos que nuestros políticos lo comprendan. Y actúen en consecuencia.

Fuente : El Universal