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lunes, 6 de febrero de 2012

Candidatos y realidad nacional, México no soporta otro Calderón, Con hambre uno de cada cuatro

Se aproxima el arranque oficial de las campañas con miras a Los Pinos, y los candidatos al hueso mayor no pueden fingir demencia, mucho menos refrendar la tesis fascistoide del haiga sido como haiga sido: el país no da para más, y se requieren acciones concretas y contundentes para salir del hoyo. México no soportará otro inquilino como el actual, sea del partido que sea, ni el modelo económico que ha destrozado a la nación.

Por ello, los aspirantes deben realizar una profunda cuan crítica evaluación del México real. Las razones para ello se encuentran tanto en la necesidad de solucionar el terrible rezago productivo y de bienestar social, como en atender las enormes urgencias de la sociedad mexicana. Lo anterior, con el objetivo central de alcanzar niveles de desarrollo superiores, garantizar la estabilidad económica y social, así como promover la gestación de una nueva etapa de crecimiento sostenido para el país, de acuerdo con un estudio conjunto realizado por la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero (Canacero) y el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México.

Bajo esa perspectiva, es prioritario establecer un punto inicial de diagnóstico, comenzando la revisión desde una perspectiva que permita observar los resultados que le son más cercanos al ciudadano mexicano, es decir, indicar cómo las diversas variables macroeconómicas acaban incidiendo en su vida diaria. La evolución del PIB per cápita real pone en claro el estancamiento que enfrenta la generación de riqueza mexicana, algo que durante los últimos años no se ha revertido. De inicio esto pone un límite a la capacidad de mejorar la distribución del ingreso: si la economía no crece es complicado mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.

Generalmente, apuntan la Canacero y el CIEN, el control de la inflación, las bajas tasas de interés, el incremento de las reservas internacionales y la menor depreciación del peso frente al dólar son logros atribuidos al gobierno federal, resultado que además supuestamente beneficia a empresas y población. No obstante la postura oficial, deben realizarse tres precisiones. La primera va en el sentido de que si bien es importante mantener una estabilidad en la evolución de todas estas variables, no puede dejarse de mencionar que gran parte de su comportamiento obedece a factores internacionales y al manejo de la política monetaria del Banco de México. Iniciando la reflexión por el último punto, el mandato constitucional otorga la responsabilidad de mantener precios bajos al banco central, institución que además es independiente del gobierno federal y de la conducción de la política fiscal que desde este último emana.

Durante los últimos años el incremento de los precios a las gasolinas y a la electricidad ha reflejado que la política fiscal implementada por el gobierno difiere del objetivo de control de la inflación. En lo que respecta a la parte internacional, el hecho de que la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo deban mantener tasas de interés bajas, para con ello intentar impulsar sus respectivas economías ha implicado que casi en todas las naciones del orbe se tengan menores costos de dinero. A este respecto se puede hacer una puntualización adicional, las tasas de interés de los Cetes u otros instrumentos de financiamiento oficial no necesariamente han llegado a los cobros que pagan los consumidores por utilizar tarjetas de crédito, los cuales en algunos casos llegan superar el 100 por ciento.

La segunda precisión es que el control de dichas variables no necesariamente benefician a los ciudadanos. En el aspecto social, la consecución de la estabilidad macroeconómica se ha dado al mismo tiempo que existe una alta precariedad laboral: 30 millones de trabajadores sin acceso a la seguridad social, 14 millones sin contrato por escrito, 12 millones que no cuentan con prestaciones distintas a las de salud, 13 millones que trabajan en la economía informal y 6 millones que cuando mucho ganan un salario mínimo, representan el ejemplo adecuado de esto. El aumento de la población que vive en situación de pobreza por ingresos es clara: entre 2006 y 2010 existió un incremento de 12 millones de mexicanos en dicha situación. Lo anterior se ha exacerbado. De igual manera, el indicador de tendencia de la pobreza laboral señala que el grado de marginación en la que viven los mexicanos es la más elevada desde que comenzó el cálculo del indicador en 2005.

La pobreza alimentaria afecta a 28 millones de mexicanos (uno de cada cuatro), es decir, sufren severas restricciones para alimentarse. Ello se registra al mismo tiempo que se presenta un incremento en el precio de los alimentos, situación que exacerba el desequilibrio. Evidentemente ello señala los límites del control inflacionario: cuando éste no llega a los bienes más básicos, la población en situación de pobreza sigue viviendo en condiciones de marginalidad.

El tercer elemento a mencionar es que las empresas no cuentan con un entorno económico que les favorezca: el incremento de la inseguridad, la elevación y creación de impuestos, el retroceso en competitividad y los aumentos a los precios de combustibles y electricidad, actúan en contra de la sustentabilidad de las empresas. En general, puede apreciarse que en los últimos cinco años el incremento promedio de la actividad industrial no supera el uno por ciento, cifra que establece la incapacidad que el país ha tenido para sobreponerse a una crisis que se generó en el exterior, pero que se ha reproducido en un sistema productivo afectado por problemas estructurales que inhiben la posibilidad de aumentar su crecimiento de manera vigorosa. El debilitamiento de la producción industrial se ve reflejado en la pérdida de mercado de las exportaciones mexicanas de manufacturas en Estados Unidos y Canadá, principalmente por el embate de los productos chinos. Otro elemento que permite visualizar el retroceso productivo es que, a pesar de la reducción de costos laborales en manufacturas que México ha experimentado a nivel internacional, ello no le ha permitido elevar su posición en competitividad global, ni su participación de mercado en las principales economías de América del Norte.

Fuente : La Jornada