mayo 3, 2012
Paulino Cárdenas
La clase trabajadora harta e indignada le mandó un mensaje muy claro al PAN y al PRI el pasado martes durante el desfile del Día del Trabajo, donde los sindicatos independientes arremetieron contra esos dos partidos ‘porque han quebrantado la nación’ por lo que ‘hay que cobrarles la factura’ y ‘vetar a sus candidatos’ en la contienda electoral que se avecina. Esa conmemoración se convirtió en un foro de crítica abierta por las promesas incumplidas de los mandatarios cuyos partidos han ostentado el mando federal.
A lo largo de la marcha se escucharon y se vieron fuertes epítetos que fueron desde lo más ingenioso hasta lo más punzante. ‘Di no a la Mota’ decía uno, ‘No votes por Peña, quiere quitarle el águila a la bandera y ponerle una gaviota’ decía otra consigna o ‘No regales tu voto al PRI-AN’, mientras que los desplazados de la línea aérea más antigua portaban pancartas que decían: ‘Los indignados de Mexicana también votamos’; y en una más se leía: ‘última marcha del Día del Trabajo de la era panista’.
Los manifestantes sacaron a relucir el hecho de que Felipe Calderón no ha sido el Presidente del empleo, sino “el de la sangre”; del antisindicalismo, el que más obreros pobres o desempleados deja; el que ha intentado imponer una reforma laboral regresiva; el que no resolvió las huelgas mineras; el que puso en la calle a más de 44 mil trabajadores de la compañía Luz y Fuerza del Centro. En síntesis pidieron el voto de castigo el primer domingo de julio para quienes los han empobrecido.
Se vieron muñecos de cartón que representaban las figuras de los aspirantes del PAN, Josefina Vázquez Mota, y del PRI, Enrique Peña Nieto, con leyendas en repudio a sus candidaturas. Otros portaban caretas con el famoso rostro que representa a los indignados del mundo y que usa el grupo Anonymous. Los contingentes, con un mayor número de sindicatos representados esta vez y por tanto más numerosos que en años anteriores, marcharon del Eje Central hasta el Zócalo capitalino.
En algunas pancartas se leía: “Si eres mexicano no permitas que estos partidos sigan saqueando a México: PAN-PRI”, “Josefina y Enrique, sinónimos de corrupción”. Por aquello de que este sería el último primero de mayo de los gobiernos panistas, los trabajadores independientes acuñaron una nueva consigna “¡Ya se van, ya se van, y no volverán!”
Fue pues una fiesta de alarido, de repudio y de reclamo de décadas de olvido y de abusos contra la clase trabajadora, que a cuentagotas y con eventuales actos de violencia han logrado diversas prerrogativas que el sistema autoritario priísta y la indolencia panista, no sólo las han frenado sino en muchas ocasiones pisoteado, por lo que las calles de la ciudad capital de nuestro país escucharon por varias horas las protestas que parecieron volverse el prólogo que podría marcar un derrotero diferente para México el primero de julio.
Fue pues una fiesta de alarido, de repudio y de reclamo de décadas de olvido y de abusos contra la clase trabajadora, que a cuentagotas y con eventuales actos de violencia han logrado diversas prerrogativas que el sistema autoritario priísta y la indolencia panista, no sólo las han frenado sino en muchas ocasiones pisoteado, por lo que las calles de la ciudad capital de nuestro país escucharon por varias horas las protestas que parecieron volverse el prólogo que podría marcar un derrotero diferente para México el primero de julio.
Además de los gremios de los electricistas disidentes, del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, participaron organizaciones campesinas y sociales. Ahí, en medio de rechiflas hacia el régimen calderonista, se llamó a conformar una nueva central de trabajadores, que permita revertir la política antilaboral del panismo, y se anunció que se organizará un “IFE alterno”, porque “ya se cocina otro fraude”.
En esa conmemoración del Día del Trabajo estuvieron miles de trabajadores no sólo de quienes integran las listas de los indecisos, sino de los que de plano están dispuestos a anular su voto el 1 de julio próximo. Ellos y sus familias, junto con otros muchos que no siendo de ese gremio están igual o peor de decepcionados, como son las familias de las zonas rurales que viven en la pobreza, más los que sobreviven en la total desesperanza olvidados por el gobierno, hacen una sumatoria de millones en todo el país.
Esos son los que podrían lograr una revolución electoral si es que deciden, en lugar de abstenerse o anular su sufragio, darle su voto a quien no sólo prometa sino a quien garantice cómo va a combatir la corrupción, impedir la devastación de bosques, castigar ejemplarmente los abusos de las fuerzas de seguridad, cambiar radicalmente la estrategia de guerra contra las mafias, fijarle límites al poder, supervisar las tareas legislativas y judiciales, castigar el desvío de recursos públicos, conjurar el monopolio de la partidocracia, y recuperar los índices de ingreso y de desarrollo del país.
La marcha de los trabajadores indignados del pasado martes en la capital del país fue sin duda un aviso para los candidatos que creen que podrían ganar sólo con el voto duro, sus mañas y sus trampas. Fue –mucho ojo–, una especie de última llamada. La clase trabajadora está harta. Igual que millones de mexicanos. Y al parecer ningún aspirante ha reparado en ello.