Por eso es también muy importante que priístas y panistas de base comprendan que los están utilizando sus dirigentes con fines aviesos, contrarios a los intereses del país, y actúen con sentido patriótico votando en contra
No contento con el daño a la nación durante su sexenio, Felipe Calderón todavía desea que su fallida y “guerra” continúe en los años venideros, lo curioso es que esto mismo quiere el gobierno estadounidense, lo que ha manifestado por conducto de importantes funcionarios de primer nivel. Dijo Calderón que está “convencido de que eso es lo que México requiere”. Terrible declaración que patentiza cuál es su verdadera responsabilidad al frente del gobierno mexicano: servir fielmente a los intereses de la Casa Blanca, como lo ha demostrado sin cortapisas durante su mandato.
Según Calderón, “no hay en el debate público ninguna alternativa verdaderamente distinta, viable, clara, a la que se está haciendo hoy” (en materia de lucha contra el crimen organizado). Tal afirmación es una falacia monumental, pues dentro y fuera del país se ha rechazado su “guerra” y al mismo tiempo se han externado propuestas alternativas que coinciden en un punto: el regreso de los militares a sus cuarteles como premisa básica para acabar con la violencia. Desde organismos internacionales hasta personalidades de renombre mundial, han criticado duramente la estrategia fallida de Calderón, sólo que él no quiere ver ni oír lo que no le conviene.
Por lo visto, es preciso seguir insistiendo en que la violencia no la generó el crimen organizado, sino el inquilino de Los Pinos desde que consideró que al poner a las fuerzas armadas a combatir a los narcos, iba a legitimarse. Lo único que consiguió fue echar a rodar una “bola de nieve” que fue creciendo cada vez más, hasta llegar a sumar más de 60 mil muertos, que pudieron haberse evitado de no haber dado ese paso tan irresponsable. Lo falso es que asegure que “la violencia se genera por el choque, por ejemplo, de dos o más bandas en la disputa del territorio”.
En más de medio siglo de existencia de narcotráfico en México, nunca había habido tal pugna entre bandas por territorio, por la sencilla razón de que sus disputas las solucionaban en negociaciones que evitaban derramamientos de sangre. ¿Cómo quiere calderón que perseveremos en “la construcción de un Estado de derecho que brinde seguridad a las familias y certidumbre jurídica a las inversiones”, si no hay según él otra salida que la “guerra” fratricida, como él mismo lo está diciendo?
Queda claro que la idea que tiene de “Estado de derecho” no es otra que la imposición de un gobierno dictatorial, que permita implantar políticas públicas abiertamente antidemocráticas, como las que ha impuesto a lo largo del sexenio, con un gran costo político a su “gobierno”, motivo por el que llegará al final del mismo en completo desgaste, como ningún otro mandatario en el pasado.
De ahí el imperativo, para él, de que su relevo sea un personaje afín a su estrategia gubernativa. Lo ideal sería que fuera Josefina Vázquez Mota, pues quedaría maniatada por los intereses calderonistas, sin posibilidad real de hacer cambios de fondo, que la diferenciaran de su antecesor y verdadero jefe en Los Pinos. Sin embargo, no le disgustaría que fuera Enrique Peña Nieto quien lo relevara, ya que no tendrían ningún problema para llegar a acuerdos significativos, toda vez que Carlos Salinas de Gortari lo único que desea es mantener vigente su grupo de interés, en lo que no tendría inconveniente Calderón.
Por eso es vital que la ciudadanía tenga plena conciencia de lo que representan los candidatos, no lo que aparentan. Tanto la señora Vázquez Mota como Peña Nieto son los abanderados de las fuerzas conservadoras enemigas del pueblo. Lo son porque una vez en Los Pinos seguirían las mismas políticas impuestas por los tecnócratas salinistas desde hace tres décadas, sin importar las consecuencias. Para eso tendrían a las tropas en las calles, dispuestas a reprimir cualquier protesta social, con el pretexto de que lucharían contra el crimen organizado.
Por eso es también muy importante que priístas y panistas de base comprendan que los están utilizando sus dirigentes con fines aviesos, contrarios a los intereses del país, y actúen con sentido patriótico votando en contra de sus candidatos, pues en realidad representan no sus intereses, sino los de la oligarquía o de camarillas que no tienen ningún compromiso real con la nación. ¿Acaso no han desmantelado al Estado en los últimos treinta años, en beneficio exclusivo de unos cuantos privilegiados?
Votar por Peña Nieto o Vázquez Mota, es un voto por la continuidad de un sistema no sólo abiertamente antidemocrático, sino criminal como lo prueban los más de 60 mil muertos que dejará de herencia la “administración” de Felipe Calderón. Estos muertos, hay que insistir en ello, no son las víctimas de las “disputas por territorio” entre bandas, sino el resultado de una “guerra” fratricida impuesta a los mexicanos con fines políticos y económicos ajenos a los del pueblo.
Así lo han corroborado organismos como Amnistía Internacional y personalidades diversas de reconocido prestigio, como varios premios Nobel y especialistas en temas de seguridad como Edgardo Buscaglia.
El rector de la UNAM, José Narro Robles, acaba de condenar enfáticamente la “guerra” anticrimen y propuso soluciones. ¿Cómo se atreve a decir Calderón que no existe “ninguna alternativa” a su estrategia fallida?