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martes, 26 de junio de 2012
Un voto razonado
José Blanco
En campaña los candidatos emiten mensajes favorables a las que perciben como demandas sentidas por los ciudadanos, y con esos mensajes y la retórica con que los visten, buscan tocar las fibras de las emociones más sensibles de sus posibles electores. No están hechos esos discursos para explicar sus plataformas electorales.
Los debates oficiales organizados en el IFE fueron un fiasco. Muy poco supimos sobre esas plataformas. Y el organizado por #YoSoy132 me fue imposible verlo.
La lectura de los documentos sobre las plataformas es insuficiente, porque para el elector tiene igual importancia ver el lenguaje gestual, la actitud, los énfasis, la convicción del candidato.
El mejor momento en que pudo oírse y verse a los candidatos, explicando y razonando sus propuestas ocurrió durante las inteligentes y muy amplias entrevistas de Ciro Murayama en Tv-UNAM, Tiempo de definiciones, los días 17 de abril (JVM), 25 del mismo mes (EPN) y el 2 de mayo (AMLO). La siguiente es mi apreciación de esas entrevistas.
El discurrir más afinado fue el de JVM mostrando conocimiento de los temas tratados. Si usted está ubicado en el flanco de las izquierdas de la política mexicana, y escucha sin prejuicios este discurso, aprobará la mayor parte de sus propuestas (exceptúo el tema Pemex). Sorprendente, porque sus posturas es un amplio catálogo de temas que no tienen nada que ver con la desdichada historia de la alternancia derechista. Generan suspicacias y recelos. El origen de muchas de sus propuestas provienen de demandas de la sociedad civil; podría pensarse que qué bien ¿no es así? Pero ningún presidente puede gobernar diciendo sí a todas las demandas, porque esas demandas son muchas veces discordantes. Es la razón porque la que la sociedad es por definición conflicto y por eso la política ha de ser síntesis, acuerdos, negociación, donde nadie gana todo.
¿Haría JVM en el Ejecutivo lo que dice su discurso? No, no es posible. Piénselo usted. Pensar es gratis, dicen diversos muros de la ciudad de México.
No votaré por JVM por razones aún mas poderosas: me es ajena del todo la cultura panista y porque JVM no llegaría sola sino acompañada del rancio e inepto panismo que nos ha desgobernado con ineficiencia extrema, pero eso sí, desde la soberbia de Calderón y su permanente pisoteo del Estado laico, tal como hizo Fox. La alternancia fue la continuidad de la corrupción, del Consenso de Washington y las políticas neoliberales, de la prolongación de un índice de desigualdad socioeconómica de los peores del mundo, de lacras a las que el panismo agregó la organización de la industria del crimen.
Tampoco votaré por EPN. Son bienvenidas sus propuestas de creación de un sistema de protección universal y de creación de una banca de desarrollo. Pero EPN tiene una coartada. Existe efectivamente un desencanto social con la democracia. Este es su argumento para proponer un gobierno eficaz. Y para él un gobierno eficaz demanda la restauración del autoritarismo típicamente priísta; él no lo dice así, por supuesto. Y es que el corazón, los huesos, el alma del priísmo están hechos de verticalismo autoritario: explícitamente quiere una sobrerrepresentación del tamaño que sea, para que si cuenta con la mayor minoría en un Congreso (disminuido en 100 diputados), se convierta en automático en mayoría absoluta, para manejarlo desde el Ejecutivo, agrego yo; él dice, para facilitar…; con ese Congreso, también agrego, crear una Suprema Corte cuyas riendas lleguen a Los Pinos; quiere explícitamente mantener las riendas sobre los ministerios públicos; no quiere que el Banco de México tenga la función de alentar el crecimiento; quiere entregar al sector privado la perforación y la refinación de petróleo; quiere la educación en manos de la inefable Elba Esther…; es suficiente.
La posibilidad de otro rumbo está en AMLO. Votaré por él.
Con frecuencia, ante las preguntas de Ciro, AMLO empezaba a examinar el tema y terminaba topando con la corrupción. Hacia fines del año pasado, la prensa mexicana cabeceó: México, el peor de la OCDE en corrupción. Este ubicuo carcinoma es el mayor de nuestros males, porque la solución de muchos de éstos, si no todos, pasan por el combate a este vicio infecto. No sé hasta dónde podrá llegar, pero no dudo que AMLO la combatiría con todo el poder del Estado. No dudo tampoco de que luchará con denuedo para abatir la infame desigualdad que pudre a la República. No dudo de que rescatará al Estado de las manos de los grandes intereses económicos, y la política regresará a su lugar. No dudo del apoyo que dará a la educación en todos sus niveles.
Disiento de algunas de sus propuestas: no reformar el sistema impositivo, dejar intacto el banco central, por ejemplo. Pero si se alza con la victoria, tiempo habrá para rexaminar y corregir. Piense en el cambio verdadero. Pensar es gratis.
Fuente : La Jornada