hablan los trabajadores
Mantenerse en la resistencia: Ganamos o ganamos
PAOLA MARTÍNEZ
A dos años y ocho meses del decreto de extinción de la empresa Luz
y Fuerza del Centro (LyFC), que despojó de sus empleos a más de 44
mil trabajadores, platicamos con un grupo de compañeros de base que
se han mantenido en la resistencia, como ellos le llaman a la lucha
que mantienen por tres demandas principales: 1. Reinserción laboral y
productiva en el sector eléctrico de los más de 16 mil 500 trabajadores
que no firmaron su liquidación 2. Liberación de 12 electricistas
presos políticos y 3. Solución a las problemáticas contractuales de los
electricistas jubilados y pensionados.
Llama la atención la claridad política que tienen con respeto a los objetivos,
la razón y lo justo de su lucha. Sobresale también su conocimiento sobre
las causas reales del golpe dado por el gobierno al Sindicato Mexicano
de Electricistas (SME). Saben la importancia de su organización en la
historia de la clase obrera en México y, con la seguridad de quienes se
forjan al calor de la batalla, analizan en perspectiva lo que ha pasado
en estos casi tres años de resistencia: –pensábamos que la lucha iba a
durar tres meses, pero, cuando vimos
que los compañeros estaban aceptando
liquidarse, nos dimos cuenta que iba a
durar más.
El golpe fue brutal, el primer mes lo
pasaron inmersos en la confusión —del
coraje a la ira— sin tener información
de qué estaba pasando y qué harían: —
Al principio de diez volantes que ofrecíamos, nos recibían dos. Trataron
de conseguir otro trabajo, pero les pidieron que estuvieran liquidados,
o no los contrataron por su edad. Algunos ocuparon sus ahorros, otros
vendieron los bienes con los que contaban: coche, herramientas y todo
lo que se pudiera.
Han logrado revertir la campaña de desprestigio implementada por el
gobierno para justificar la desaparición de LyFC. —La gente nos veía
como si les hubiéramos robado algo, nos decían: “ahora sí, hijos de su
pinche madre, estaban hasta arriba y ahora están hasta abajo.” Decían
que éramos corruptos, que éramos privilegiados.
Bajas tarifas, modernización, mejor calidad del servicio y resolver en
seis meses el desorden eléctrico que dejaba LyFC, según la Comisión
Federal de Electricidad, fueron algunas de las promesas hechas a
la población; sin embargo, una a una han ido cayendo las mentiras,
saliendo a la luz pública los verdaderos intereses que hubo detrás del
decreto: los grandes negocios de las telecomunicaciones y la fibra óptica.
Incluso, ahora sabemos, unos meses antes del decreto, el SME estaba
impulsando el establecimiento de una tarifa social de consumo eléctrico
que beneficiara a los sectores más pobres del país, al entender la luz
como un servicio público y no como un negocio de las empresas.
Los compañeros son autocríticos, reconocen errores en el funcionamiento
de LyFC, pero tienen claro que la corrupción de la que habla el gobierno
se encuentra en la complicidad de autoridades gubernamentales y de la
CFE: —ahora la gente nos llama para reinstalarles la luz, pues nosotros
les hemos explicado que su contrato no lo tienen con CFE y pueden
ampararse. Casi 100 mil familias han acudido a las mesas de registro
para tal efecto.
Botear y trabajar precariamente, además del apoyo solidario que
reciben de los trabajadores jubilados, ha sido la manera en que han
logrado mantenerse en la resistencia. Un compañero cuida a un señor
de la tercera edad, de nueve de la noche a nueve de la mañana, eso
le permite dedicar el día a las movilizaciones y otras actividades que
se tengan programadas. Otro trabaja
de ampáyer los domingos. Uno más ha
trabajado en la Merced, aunque reconoce
que le va mejor jugando básquetbol. Todos
hacen instalaciones eléctricas o chambas
relacionadas, con sueldos precarios, pero
que les permiten mantenerse en la lucha:
—para resistir hay que subsistir. Es difícil
quedarse sin trabajo de un día a otro y
tomar una decisión de qué hacer. Aunque algunos tuvimos el apoyo de
nuestras familias, también hubo familias que se pelearon— reflexionan
quienes tenían hasta 18 años en LyFC.
Valorar la lucha que están dando ha sido un proceso difícil en el que
han sufrido de represión y hasta pérdidas familiares. Con aprendizajes
nacidos del apoyo y de la solidaridad, pero también de la reflexión sobre
los mecanismos y la ideología que impone el Estado, —no les reclamamos
a los compañeros que se liquidaron, cada quien decide. También los
trabajadores del SUTERM se beneficiaron de los logros del SME y, en
vez de solidarizarse como clase trabajadora que son, aceptan hacer el
trabajo que nos corresponde a nosotros.
A casi tres años, saben que tienen demandas muy concretas por resolver,
como trabajadores y como sindicato: —Ganamos o ganamos—, dicen, y con
la misma firmeza de clase plantean: -Sí ha cambiado nuestra mentalidad,
ahora sabemos que a la burguesía no le interesa nuestra vida, sino al
contrario, por eso necesitamos la unidad de todos los trabajadores.