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domingo, 7 de octubre de 2012
Reforma laboral: menos mercado interno y menos productividad
Antonio Gershenson
Esta reforma ligera que se insiste en imponer, no sólo afecta a numerosos trabajadores y trabajadoras. No sólo aumenta la miseria y afecta la regularidad del trabajo. No sólo se daña la salud de muchos. No sólo disuelve familias, por la dificultad de mantenerlas.
También daña la economía nacional. Se reduce el monto de la economía interna del país. Favorece aún más la crisis. Y también afecta la productividad: los despidos frecuentes afectan la calificación de los trabajadores.
La ignorancia de funcionarios les hace hablar de que los salarios más bajos son los de China. Pero si simplemente leemos un poco más, sabremos que ha habido en ese país huelgas con aumentos de salarios, y aumentos de los mismos decretados por regiones. Un reportaje en una revista extranjera entrevista a un empresario de habla inglesa que vive en Hong Kong, pero que tiene una fábrica en una ciudad vecina, Guangzhou. El empresario se queja de haber tenido que reducir el número de sus trabajadores, porque los salarios aumentaron en total en 20 por ciento. Y tuvo que aumentar la automatización. El periodista le preguntó que por qué no cambia su planta a India, donde los salarios son mucho más bajos. Y la respuesta fue que los trabajadores chinos producen con mucha mayor calidad, y que eso es básico para las ventas.
Aquí se está generando un proceso inverso. Y peor será con la reforma laboral. Menos mercado interno, y menos productividad. Los despidos frecuentes no sólo afectan la vida de los trabajadores, sino que la dificultan para un trabajo calificado.
Hay partes del país en las que el atraso ha llegado más. Se acaba de informar en estas páginas, en Coahuila, que hay zonas agrícolas en varios estados, en que los trabajadores no reciben prestaciones, les retienen sueldos, y hay ahí tiendas de raya, como en tiempos de Porfirio Díaz. ¿Qué tan porfiriana quieren que sea la reforma laboral?
La creciente entrega al extranjero que se ha dado en los sectores petrolero y de electrización, se anuncia como incluso mayor. Está expresamente anunciada. ¿Y la refinería? Nada. El gobierno saliente sólo a veces hablaba del asunto, y sólo hablaba. El oficialmente entrante, ni habla de eso, y resumo algunos puntos del futuro gobierno del PRI, y sus futuros funcionarios.
La entrega anunciada de Pemex:
Peña Nieto quiere romper el monopolio de Pemex en las áreas de refinación y exploración. Está a la derecha de lo que estuvo el PRI en 2008, cuando sólo el gobierno panista plantea que las refinerías fueran de empresas transnacionales. Los votos del PRI y de la izquierda decidieron que la refinería fuera mexicana y de Pemex. El gobierno saliente dejó parada y saboteó la refinería, resultado del acuerdo de la mayoría del Congreso.
En cuanto a la exploración, hay antecedentes de entregar incluso grandes terrenos a trasnacionales de yacimientos productores de petróleo y gas, pero en estas afirmaciones de los mencionados funcionarios, no se plantean limitaciones.
El territorio de Burgos fue entregado a 7 trasnacionales para la explotación de gas. Se entregó incluso a 20 años. Se decía que la tecnología de las trasnacionales permitiría una mayor producción. Sin embargo, su producción llegó hasta sólo 1,515 mpcd (millones de pies cúbicos diarios) en 2009, y luego viene cayendo para llegar, en 2012 y hasta julio, a 1,314 mpcd, con una baja de 13 por ciento.
Funcionarios del priísmo actual –muy a la derecha de otros priístas– manifiestan que les urge entregar a empresas privadas el gas de pizarra. No sólo no les importa la importancia de tratar con cuidado esa sustancia, sino que tampoco les importa Pemex. No es de balde que varios países de Europa han frenado o de plano dejado a un lado ese tipo de gas, que derrocha agua en cantidad y otras sustancias útiles.
Y funcionarios actuales, lo hemos señalado, tienen un programa de compra masiva de gas natural a Estados Unidos, para ir relegando los bienes nacionales y generando una dependencia creciente de esta sustancia estratégica.
De modo que estos cambios que pretende este priísmo no son del gusto de los empresarios nacionales, por lo menos no de todos. A patrones que tienen visión incluso de sus intereses pero de más largo plazo, saben que estas medidas lo van a afectar o incluso a quebrar.
La Jornada