Nacional - Viernes, 24 de agosto de 2012
La ausencia de políticas sociales del señor Calderón y su favoritismo a la derecha-conservadora, festinada por los del liberalismo elitista, reaccionario y con la divisa perversa de “cada quién rásquese como pueda”, para concentrar la riqueza, indica que nada le importan los 10 millones de mexicanos que sobreviven en la hambruna, los 60 millones que se debaten en todas las modalidades de la pobreza, y los 16 millones que son perseguidos por las policías por invadir la vía pública. La fallida guerra calderonista contra los cada vez más insolentes y desafiantes delincuentes que le diputan el poder al gobierno, desangran a la Nación y la tienen atrapada en la doble violencia: la criminal y la de las fuerzas armadas que no se dan abasto para combatirlos.
Los campesinos mueren por falta de agua y porque su agricultura-ganadería de subsistencia fue abandonada por el calderonismo, dejando todo al libre mercado sin controles. Calderón ha practicado un Estado mínimo, porque le sobran más de la mitad de los connacionales. A otros los matan las balas de los soldados y las armas de “rápido y furioso” que Obama aprobó dar a los sicarios del narcotráfico, con las que se hacen justicia por propia mano y asesinan a quien se les ponga enfrente. Así, ambos colaboran para deshacerse de cientos de miles de mexicanos que son enterrados en fosas comunes, como hacía el nazismo.
Con 60 millones de pobres y 40 sobreviviendo entre el desempleo y los bajísimos salarios, padeciendo la voracidad de los bancos y los monopolios, estamos metidos en una crisis que espera un detonador para hacer circuito con la crisis política de las elecciones. Esperamos el veredicto del TRIFE. Si anulan la elección presidencial, tendremos paciencia; pero si la validan, el volcán social, económico y político, hará erupción.
Con 60 millones de pobres y 40 sobreviviendo entre el desempleo y los bajísimos salarios, padeciendo la voracidad de los bancos y los monopolios, estamos metidos en una crisis que espera un detonador para hacer circuito con la crisis política de las elecciones. Esperamos el veredicto del TRIFE. Si anulan la elección presidencial, tendremos paciencia; pero si la validan, el volcán social, económico y político, hará erupción.
Como expresó Tocquevielle, “estamos sentados sobre un volcán” (parece que dos, con el Popocatépetl, que sigue amenazando con sus constantes exhalaciones de ceniza, vapor y fumarolas ennegrecidas, acompañadas de temblores de tierra, mientras los pobladores a su alrededor insisten en que no estallará). El volcán social está hasta el borde, lleno de malestar por el hambre y empobrecimiento masivos; el desempleo, el encarecimiento y escasez de los productos por el abandono del campo. Pues ni la producción agrícola ni las importaciones cubren nuestra demanda de granos, porque el mercado estadounidense ya padece las consecuencias de las sequías, como el resto del mundo.
No hubo previsión política y se dejó el mercado mexicano en manos de comerciantes, supermercados, empresarios y banqueros que, sin regulaciones, han devastado la economía. Y son los jóvenes rechazados, los desempleados y los pobres quienes pagan las consecuencias. Y cuando éstos ya no tengan tortillas ni frijoles engrosarán “el resurgir de la política en la calle” (dijo la educadora ambientalista Sagrario Herrero, analizando a los indignados de España). Y ese resurgir tiene una vanguardia: los estudiantes del “#YoSoy132”, los mineros, los trabajadores, campesinos, indígenas y la clase media baja.